Empresas de distintos sectores y regiones del mundo están empezando a lidiar con el hecho de que tienen responsabilidades relacionadas con algunos daños climáticos que no han tenido en cuenta hasta ahora. El departamento jurídico va a ser el encargado de plantear y responder a la pregunta: ¿cuál es nuestra responsabilidad y qué hacemos al respecto?
El cambio climático tiene consecuencias profundas y duraderas, y la sociedad ha empezado a preguntarse: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Quién es responsable?
Hay muchas respuestas a esas preguntas, pero el modelo empresarial es sin duda un factor relevante. Activistas, ciudadanos y gobiernos empiezan a actuar para que las empresas reconsideren tanto modelos pasados como actuales.
“Estas demandas puede adoptar tres formas”, explica Thom Wetzer, profesor de Derecho y Finanzas en la Universidad de Oxford. “Las empresas pueden recibir demandas por daños y perjuicios, a causa de modelos pasados, que incluyan un cálculo de la proporción del cambio climático de la que son responsables; pueden ser objeto de medidas cautelares para evitar que actúen de cierta forma; o pueden verse sujetas a una normativa creciente sobre su actividad actual y futura por parte de gobiernos y organismos públicos. Las responsabilidades pueden ser enormes, lo suficientemente duras como para llevar a la quiebra a algunas empresas importantes”, continúa.
“Las compañías que históricamente han sido grandes emisoras son las que tienen más probabilidades de ser consideradas responsables de los daños asociados o atribuibles a dichas emisiones. Por lo tanto, si su empresa produce un alto nivel de emisiones, debería esperar con gran probabilidad una demanda por daños y perjuicios”, añade.
Thom Wetzer
profesor de Derecho y Finanzas en la Universidad de Oxford
Ignorar este riesgo y no darle importancia no es una buena estrategia corporativa ni algo que se vaya a poder evitar durante mucho más tiempo.
“Por otro lado, si tiene una empresa con un número limitado de emisiones históricas, pero muy altas tanto en la actualidad como en su proyección para el futuro, deberían preocuparle las futuras demandas por daños y perjuicios, por supuesto, pero también aquellas acciones que tengan por objeto el cese de las actividades contaminantes en los próximos años. No solo importa el perfil de emisiones; es fácil imaginar que las corporaciones que tienen la oportunidad de reducir sus emisiones, pero deciden no hacerlo, corren más riesgo de convertirse en objetivo de, por ejemplo, activistas climáticos”, dice Wetzer.
El asesor climático Euan McVicar de Pinsent Masons ha declarado que la mayoría de las compañías se han centrado hasta ahora en el blanqueo ecológico o greenwashing como principal riesgo jurídico asociado al cambio climático, pero esto debería cambiar a medida que los casos van llegando a tribunales de mayor grado, lo que podría sentar precedentes para futuras demandas.
Uno de los casos más famosos es el que el granjero peruano Saúl Luciano Lliuya presentó contra la energética alemana RWE. Luciano Lliuya argumentó que RWE era parcialmente responsable del deshielo de glaciares en Perú, lo que provocó inundaciones.
Euan McVicar
Senior Climate Advisor
La clave es asegurarse de que este tipo de riesgos formen parte del proceso de toma de decisiones sobre las nuevas actividades y las actuales.
“Aunque todo el mundo pensaba que el caso iba probablemente a ser desestimado en las primeras etapas, los tribunales alemanes lo han llevado a la siguiente fase y actualmente se está celebrando una audiencia para intentar establecer evidencias. No se ha desestimado y creo que vamos a ver a cada vez más activistas buscando formas de probar estos hechos en diferentes jurisdicciones”, ha comentado.
“En cuanto a la relación entre la actividad empresarial y las emisiones, así como sus daños derivados, es muy probable que la jurisprudencia se desarrolle como lo hizo en el caso del tabaco y se centre en la obligación individual de cuidar a los demás en relación con los daños razonablemente previsibles de sus acciones”, indica.
Obtenga más información sobre la gestión del riesgo jurídico del cambio climático en el pódcast Brain Food For General Counsel (en inglés)
El primer desafío para las empresas es identificar qué modelos de conducta relacionadas con el cambio climático han llevado y siguen llevando a su grupo a exponerse a litigios o acciones normativas. Puede resultar abrumador, pero debería ser posible utilizando y adaptando los procesos presentes”, explica McVicar.
“A nivel básico, los procesos y los mecanismos deben ser los mismos. Un buen sistema de gestión de riesgos debería de tener en cuenta el riesgo jurídico al que se enfrenta la empresa, incluidas sus diferentes manifestaciones, y debería afrontarse de la misma forma. Pero creo que debido a la naturaleza novedosa de estos riesgos y al hecho de que muy a menudo se lidia con ellos por primera vez, las compañías deberían observar el panorama y tratar de hacer predicciones de lo que puede pasar. Por tanto, es posible que deban analizarse ligeramente por separado, para que puedan entenderse mejor, y este es el enfoque que se ha aceptado generalmente con respecto a cómo abordar las cuestiones climáticas en el sector empresarial”, señala.
Wetzer describe cómo una organización puede pasar de conocer los riesgos a poder medirlos.
“Podría empezar por evaluar el perfil de emisiones: ¿cuál es la cantidad total de gases de efecto invernadero que se han producido?”, añade. “Lo que puede hacer es multiplicar ese número por el coste social del carbono. Si lo hace, al multiplicar el número total de emisiones por su coste social, obtendrá el coste social total que sus emisiones han generado. Y a continuación puede preguntarse: ¿este número va a internalizarse completamente a través del sistema jurídico o solo se internalizará una parte a través de él? Este método es tan solo uno de los muchos que se pueden utilizar. Lo que siempre recomendaría es utilizar varios métodos. Y, además de eso, determinar un número o un conjunto de números y establecer una estrategia para mitigar el riesgo asociado”.
La directora ejecutiva de Chapter Zero, Vicky Moffatt, asesora a miembros de consejos de administración sobre cuestiones climáticas y estrategia empresarial. Moffatt apunta que los casos no se van a centrar solo en las empresas como entidad jurídica, sino también en los d
irectores de estas.
“Los últimos datos fueron publicados hace un año. Hubo 1.522 pleitos relacionados con cuestiones climáticas o con aspectos sociales, ambientales y de gobernanza en todo el mundo. Creo que, en los próximos años, tenemos que contemplar la posibilidad de que se presenten casos contra los propios directores. La mayoría de las compañías tienen compromisos de cero emisiones netas y muchos de ellos son para 2030. No me extrañaría que rodaran bastantes cabezas alrededor de ese año. O tal vez, si se me permite decirlo de otra manera, se mejorará el enfoque, ya que las empresas que hayan hecho estas promesas y no las estén cumpliendo estarán en el punto de mira”.
Vicky Moffatt
directora ejecutiva de Chapter Zero
Las empresas que hayan hecho estas promesas y no las estén cumpliendo estarán en el punto de mira.
Los riesgos son claros, así que ¿qué pueden hacer las empresas para abordarlos? McVicar afirma que el riesgo climático debe convertirse en un elemento tan natural de la toma de decisiones como otros tipos de riesgos, como el de salud y seguridad o el de protección de datos.
“La clave es asegurarse de que este tipo de riesgos formen parte del proceso de toma de decisiones sobre las nuevas actividades y las actuales”, dice. “Cuando hay que tomar una decisión importante, ¿qué pasos administrativos internos son necesarios para su aprobación y, mientras se avanza, se ha integrado algún tipo de evaluación en este proceso para saber si esto acentúa o no esta clase de riesgo?”
Wetzer va más allá e indica que este tipo de riesgo y una evaluación del impacto climático continuo de una organización deberían estar en el centro de la estrategia de una empresa.
“Las compañías deberían idear un procedimiento para tratar las emisiones como parte de su estrategia corporativa, que sea coherente con los objetivos del Acuerdo de París, porque ese es el consenso científico y político aceptado a nivel mundial sobre lo que se debe hacer. Si se busca algún tipo de pilar, una estrella que guíe la estrategia corporativa, debería ser ese. Menos que eso supondría exponerse a la amenaza de pleitos climáticos”, añade.
“Ignorar este riesgo y no darle importancia, no es una buena estrategia corporativa ni algo que se vaya a poder evitar durante mucho más tiempo”, apunta Wetzer.